Renacimiento tras la partida: Un nuevo comienzo.
Hola Querida Sabia,
Hoy es un mensaje muy especial.
Quiero compartir contigo un nuevo renacimiento, una nueva vida que surge tras un profundo dolor. Siento como si hubiera vuelto a nacer, con una nueva piel y un amor propio fortalecido.
El 2024 marcó un cambio radical en mi vida: mi primera graduación.
¿Por qué lo llamo así?
Porque el 2 de julio de 2024, a las 5:00 am, mi madre falleció.
Ya no pudo apreciar el amanecer que yo logré ver ese día y por ello más lo viví con presencia.
Han sido días difíciles de vivir, en momentos en los que la fuerza flaquea. Sin embargo, la responsabilidad hacia mi familia me impulsa a levantarme y seguir construyendo una vida hermosa a su lado.
Esta pérdida se siente como una graduación porque, durante los últimos 20 años, me he preparado para aceptar las despedidas como parte natural de la existencia.
He aprendido a vivir en aceptación constante, entendiendo que debo aprender a estar sola, pero no desde la soledad, sino desde la certeza de mi ser y mi esencia.
En mi comunidad, "La Esencia del Ser", comparto la convicción de que todo es perfecto, que todo sucede por una razón. Esta creencia se mantiene firme incluso ante la muerte y la imagen inerte del cuerpo de mi madre.
En mi corazón convergen sentimientos encontrados:
- Profundo agradecimiento: Por el ejemplo que ella fue: una guerrera que lo entregó todo por su familia, sin pedir nada a cambio. La única sombra es la ausencia de muchas personas a las que ayudó, quienes no estuvieron presentes en su despedida. Esto me recuerda la importancia de la gratitud: no seas ingrato, contacta a quienes te han ayudado; un simple gesto puede significar mucho y contagiar a otros a valorar la vida y vivir en profundo agradecimiento con las personas en tu camino.
- Dolor e ira: Reconozco la presencia del dolor y una ligera ira, incluso hacia Dios. Aunque racionalmente entiendo que Dios no castiga y no necesita mi perdón, el corazón a veces se rebela.
La partida de mi madre fue repentina, en 24 horas, sin enfermedad previa ni señales que me prepararan. A pesar de todo, sigo creyendo en la perfección del universo.
Hoy experimento la orfandad de no tener a la persona más importante de mi vida, a quien ya no puedo llamar, abrazar ni decirle "te amo". Sin embargo, siento su energía viva y deseo con todo mi ser que esté bien dondequiera que esté. La extraño profundamente.
A las 5 de la mañana, el médico me permitió verla por última vez. En lugar de un llanto amargo, toqué su frente, la besé y le dije:
"Mamá, ve con tu familia, con tus hermanos, padres y abuelos. Nosotros estaremos bien. Ve hacia la luz, no te detengas por nosotros. Todo estará bien, nos reuniremos en algún momento".
Comparto esto no porque se deba hablar solo de lo positivo, sino porque es crucial hablar sobre cómo prepararnos para los momentos más difíciles, afrontándolos con respeto y sin drama. Hablar de esto nos humaniza y nos rescata de convertirnos en máquinas enfocadas en lo material, desconectadas de nosotros mismos y de los demás.
Este mensaje es para ti, especialmente si has pasado por la pérdida de un ser amado.
Mi mantra diario es: "Levántate, Claudia. Tu madre no querría verte deprimida, sino feliz, sacando adelante a tu familia, apoyando a tu padre, a tu hermana y a todos a tu alrededor. Ella se sentiría orgullosa de verte brillar y hacer de este mundo un lugar mejor".
Si has vivido esta experiencia, te invito a VIVIR, a AMAR LA VIDA y a DAR LO MEJOR DE TI. No permitas que el dolor te paralice. Camina como si estuvieras en un segundo nacimiento, donde tú eres tu propia porrista, jueza y consejera.
Te amo y te acompaño en este nuevo camino.
Con amor,
Claudia Coronel.